¿Qué es un líder socialmente responsable? ¿Qué cualidades debe tener, qué formación, qué aptitudes? Y lo más importante: ¿dónde encontrarlos?
Estas preguntas llevan resonando largo tiempo en nuestro ambiente, ante las evidencias cada vez más inequívocas de que nos enfrentamos a una crisis mundial de liderazgo, no sólo (donde quizá parezca aún más evidente) en el medio político, sino también en el económico, social, etc. Crisis tal que es a su vez y en buena medida una de las responsables de los graves problemas de todo orden en los que el mundo moderno se halla inmerso. Y aunque son muchas las razones que la han provocado, prácticamente todos, tanto expertos como el gran público, coinciden en una de ellas: la falta de responsabilidad social de los líderes.
Con frecuencia, cuando se suscita el debate sobre esta cuestión, suele repetirse una y otra vez que las generaciones más jóvenes no están a la altura de las precedentes. Que carecen de valores, compromisos a largo plazo, conciencia cívica, etc. Especialmente en nuestro país, el satírico apelativo “ni-nis” se ha hecho tristemente célebre en la discusión de los problemas de la juventud.
¿Tienen fundamento estos asertos, o son sólo meros prejuicios que no atienden a la realidad? No cabe duda de que, en muchos casos (más, quizá, de los que los jóvenes estaríamos dispuestos a asumir), las críticas dan en el blanco. Pero, ¿podemos concluir de ello que ya no hay esperanza para las nuevas generaciones, como hacen muchos apologistas de la crisis de la civilización? Por fortuna, no es la primera vez que nos hallamos frente a un precipicio de similares proporciones, y como en anteriores ocasiones, la sociedad civil reacciona y, como un organismo vivo, genera sus propios mecanismos de defensa.
La Association Internationale des Étudiants en Sciences Économiques et Commerciales (AIESEC) ha sido durante toda su existencia uno de ellos, y uno de los más fecundos en el desarrollo del potencial de los jóvenes. Fundada en 1948 a partir de la terrible experiencia de la Segunda Guerra Mundial, y con el objetivo de prevenir una nueva catástrofe de esta índole, AIESEC ha trabajado desde entonces en la promoción del liderazgo entre la juventud. ¿Cómo? Mediante la oferta de experiencias en las que los jóvenes tienen la posibilidad de salir de su zona de confort, explorar el mundo, conocer nuevas perspectivas y crecer personal y profesionalmente. Sus dos programas de intercambios en el extranjero (de prácticas profesionales y de voluntariado) y sus dos programas de membresía interna son en la actualidad las vías para alcanzar todo ello.
Dirigida siempre por jóvenes menores de 30 años, AIESEC se ha convertido en la primera organización internacional de estudiantes, con más de 100.000 miembros. Su labor ha sido reconocida a nivel mundial por la UNESCO y por el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, y entre sus alumni (antiguos miembros) más notables podemos encontrar los nombres de Bill Clinton, Junichiro Koizumi y Kofi Annan, entre otros.
Habiendo sido vicepresidente del comité de AIESEC en Sevilla, puedo asegurar que ésta ha sido la experiencia más enriquecedora que en mi corta vida he tenido la oportunidad de disfrutar. Gestión de personas, diseño de estrategias, trabajo en ambientes interculturales, cultura organizacional… todo se trabaja y desarrolla en AIESEC. Nada ha sido igual para mí desde entonces, no sólo en cuanto a las competencias que he adquirido, sino (y más importante) en el cambio que ha supuesto en mi visión del mundo.
En efecto, en AIESEC la responsabilidad social no se queda en un mero eslogan, sino que forma parte inseparable de la razón de ser de la organización y de su modo de actuar. Así, el proceso de selección de nuevos miembros no se basa en la búsqueda de competencias técnicas, sino de perfiles personales que compartan los valores éticos de la asociación y estén dispuestos a dedicarle el tiempo y esfuerzo que requiere. Además, AIESEC se estructura de un modo totalmente democrático y auditable: todos los cargos directivos deben dar cuenta de su gestión, y deben ser obligatoriamente renovados al año sin posibilidad de reelección, lo cual previene contra la perenne tentación de perpetuarse en el poder, que es una de las mayores fuentes de corrupción. Por otro lado, en la medida en la que la organización apenas percibe subvenciones, debe su sostenimiento a la autosuficiencia financiera, y ello la obliga a prestar unos servicios de calidad. Esta independencia es esencial porque permite también desarrollar una estrategia autónoma que no dependa de intereses especiales ni ajenos a los fines de la asociación.
No podemos pretender aspirar a un liderazgo ético y socialmente responsable en todos los ámbitos si no comenzamos a promover estos principios desde la juventud. Tampoco podemos hacerlo si excluimos a los jóvenes de cualquier tipo de iniciativa importante, los sobreprotegemos y los relegamos a un segundo plano, pensando que solo con que estudien ya basta. Muy al contrario: únicamente unos jóvenes a los que se les dé la oportunidad de ser líderes a pequeña escala podrán serlo en su plenitud en una esfera superior. AIESEC representa por ello un primer paso y una gran experiencia para que los jóvenes con inquietudes conozcan qué implica el liderazgo y qué significa ser socialmente responsable.
¿Es AIESEC la solución a todos los problemas que antes esbozábamos? Obviamente, no: sería absurdo pretender lo contrario. Las dificultades señaladas son profundas y obedecen a múltiples factores, no todos fácilmente modificables. Pero, por lo que he visto en mis años de pertenencia a esta organización, puedo afirmar con absoluta certeza que, por cada miembro de AIESEC trabajando en su misión, hay una oportunidad más para el futuro de nuestro mundo y nuestra civilización. Las claves del éxito de AIESEC deberían ser estudiadas y tenidas muy en cuenta de cara a alcanzar un liderazgo socialmente responsable en todas las organizaciones.
Antonio Mesa León
Máster en Abogacía y LLM, IE Law School
Graduado en Derecho y ADE, Universidad de Sevilla